La cita es a las 8:30 am en la oficina ubicada en el corazón financiero de Sanhattan. Desde la ventana se ven las primeras luces del día, mientras la ciudad despierta. El abogado Wolfenson llega puntual, sin prisa pero con la determinación de quien sabe que cada minuto cuenta. Su saludo es cálido, su mirada directa. Antes de sentarnos, me ofrece un café, el pide un espresso. “La gente lo necesita para evitar dormir, yo lo necesito para soñar. Porque no hay mejor sueño que el que se vive despierto cada día”, comenta. Y así empieza una conversación que durará horas, en la que descubrimos no solo al abogado que ha construido una marca inconfundible en su país, sino a la persona detrás de la corbata de oro.
Ariel Wolfenson. Abogado, empresario y mentor internacional.
Los recuerdo con una mezcla de respeto y gratitud. No tuve el camino “fácil” que algunos imaginan; no había una red de contactos lista para abrirme puertas ni una familia vinculada a la abogacía que pudiera darme un atajo. Lo que sí tenía era una ética de trabajo totalmente obsesiva e inquebrantable. Pasaba noches enteras estudiando fallos, revisando códigos con copa de vino tinto en mano, desarmaba muchas leyes que la mayoría dejaba de lado o solo leía algunos artículos para pasar una materia en la Universidad, buscando entender no solo qué decía cada acápite, sino por qué decía lo que decía. Cuál era su sentido y fundamento, sea desde la justicia bruta o la conveniencia política. Me fascinaba encontrar la lógica detrás de una norma.
Mi primera oficina era sencilla pero estratégica, siempre en el barrio donde se hacían los negocios en Chile, y muchos de mis primeros casos eran de bajo perfil. Pero ahí aprendí algo que me acompaña hasta hoy, no hay caso pequeño para un gran abogado. Para la persona que está frente a ti, ese es el caso más importante de su vida. Y si no lo tratas con esa seriedad, no mereces que te lo confíen. Tu capacidad de abstracción y reconocimiento de este principio, es el que te dará lo necesario para afrontar los grandes desafíos legales y brindar asesoría jurídica en Chile y el mundo a un alto nivel.
Lo primero que hago es escuchar, y no me refiero a oír las palabras, sino a prestar atención a lo que hay detrás de ellas. Como abogado, debes aprender el arte del silencio porque el cliente tiene mucho que decir. En muchos casos, el cliente llega con un discurso que ha repetido varias veces, pero hay pausas, silencios, miradas, que dicen mucho más que el relato formal. La dimensión humana es clave, si entiendo la emoción que hay detrás del problema, es posible entender y atender las necesidades de cada cliente. Escuchar también implica hacer las preguntas correctas, incluso las incómodas, porque a veces la información más importante es la que el cliente no sabe que debe darte. Solo cuando comprendo el cuadro completo, desde lo jurídico hasta lo emocional, desde lo técnico jurídico hasta la esfera de sus deseos internos, puedo empezar a trabajar. Y en ese momento, ya no siento que estoy resolviendo un problema ajeno. Sino que lo hago propio, lo subo al maletín y empiezo a hacer lo que he aprendido.
Que la calma es un recurso estratégico. En casos de alta complejidad, todos alrededor quieren moverse rápido. El cliente, porque siente que el tiempo se le agota; la contraparte, porque intenta acorralarte; y a veces incluso el propio sistema, porque impone plazos asfixiantes.
Sin embargo, apresurarse suele ser el error más caro. La paciencia no significa pasividad, significa moverte con intención y claridad, como lo haría un Rolls Royce, sin prisa pero sin pausa, esperar el momento exacto para actuar y, mientras tanto, observar.
En más de una ocasión, he ganado porque la contraparte se precipitó. El silencio muchas veces los confunde, o los hace equivocarse, muchas veces la amenaza de un mal es mayor que el mal en sí mismo. En el derecho, como en el ajedrez, hay jugadas que solo funcionan si las ejecutas en el instante correcto. Esa serenidad, que parece fría desde fuera, es en realidad la forma más cálida de cuidar el interés de quien confía en ti. Este punto, quizás es el más difícil para los clientes comprender. Aunque claro está, en ciertas ocasiones es indudable, la velocidad de acción debe superar a la de un Lamborghini.
Wolfenson camino a la firma, arriba de su Lamborghini Huracán.
En un juicio -como en la vida- todo es posible. Así las cosas, me gusta preparar no solo las respuestas que espero dar, sino también las que espero nunca tener que dar; eso me da tranquilidad, porque sé que la contraparte no me tomará por sorpresa y si lo hace, podré crear una respuesta de valor. En la vida se necesita un plan para convertir los bellos sueños, en metas alcanzables, en los juicios ocurre el mismo fenómeno.
El mayor desafío no ha sido un caso específico, aunque he tenido litigios de altísima complejidad en todas las materias de la práctica jurídica. El verdadero reto ha sido mantenerme fiel a mis principios cuando el camino más fácil era tomar un atajo. El derecho, como cualquier entorno de poder, está lleno de oportunidades para demostrar de que estas hecho. Hay ofertas que llegan disfrazadas de oportunidades y que, si no estás atento, pueden alejarte de lo que realmente eres, un protector de tus clientes. Recuerdo una ocasión en que se me presentó la opción de cerrar un acuerdo en apariencia ventajoso, pero con una cláusula ambigua que, a futuro, podría perjudicarlo. Firmar en ese momento habría significado una victoria y un caso más cerrado, pero hubiese abierto la puerta a un problema futuro. Mantener la coherencia no siempre es sencillo, pero es lo único.
Le diría que aproveche cada oportunidad que tenga para aprender (no solo derecho, sino que aprenda de historia, filosofía, y arte), porque para ser un abogado que marca diferencias, se necesita un profuso criterio y aquello se gana a pulso diariamente. El criterio es determinado, en mi opinión, en una poderosa medida por la cultura general y sensibilidad de un ser humano. Ahí el punto importante, al final del día no somos más que humanistas.
Le diría también que observe audiencias, que lea, que se preocupe de su presentación personal, pero especialmente que compita consigo mismo y no con los demás colegas. Es importante no perder el foco, la vida se trata de vencernos a nosotros mismos. De superar nuestra mediocridad y sacar a la luz nuestra mejor y más brillante versión.
Le diría también que estudie la forma en que un juez formula sus preguntas. Que se meta en la cabeza del juzgador, y descubra que cosas hacen en el aquel inclinar la balanza. Y, sobre todo, que sepa que entre antes entienda y asuma que somos eternos aprendices su vida tendrá un sol más radiante.
La presión es inevitable cuando lo que haces tiene un impacto real en la vida de las personas o en el futuro de una empresa. No se trata de eliminarla, sino de cambiar tu relación con ella. Hoy la veo como una señal de que lo que estoy haciendo importa, para el cliente y por lo tanto, para mí.
La transformo en concentración, en foco. Dime cuanta presión puedes soportar y mantenerte sereno, y te diré que tan alto podrás llegar. En audiencias de alto nivel, donde cada palabra pesa, aprendes que la presión puede ser tu aliada, te obliga a estar en el presente, a escuchar de verdad, a no perder ni un matiz.
Como dice el dicho, la presión crea del carbón diamantes. Y no solo es una frase, es ciencia.
Abogado Wolfenson, junto a su vehículo entre Av. Apoquindo y Av. El Golf.
Valoro la lealtad, por sobre todas las cosas. Como diría el protagonista de la famosa serie americana de TV Suits, Harvey Specter, “La lealtad es un camino de dos vías, si tú me la das, también la tendrás de mí”.
Y la resiliencia, la capacidad de pasar por momentos de alta presión, donde es clave resistir sin pestañar, mantener la calma en la tormenta es fundamental. Los grandes navegantes jamás se han hecho tales en mares tranquilos.
Me motiva la posibilidad de transformar realidades. Cada cliente llega con una historia única y un problema que, para él, parece un muro infranqueable. Ser capaz de abrir una puerta en medio de la muralla China, es profundamente satisfactorio. Y más cuando tu sabes que la llave que abre esa puerta, eres tú, es tu conocimiento, experiencia y talento individual.
Además, el derecho es una disciplina viva: cambia con la sociedad, con las nuevas tecnologías, con los precedentes que se van creando. Eso significa que nunca dejas de aprender. No hay una rutina repetitiva; cada caso es una oportunidad para afinar la creatividad, la rapidez mental y la capacidad de persuasión. Y está también el factor humano, los vínculos que se crean con los clientes. Cuando un cliente regresa años después para confiarte un nuevo asunto, sabes que hiciste algo más que un buen trabajo.
Podría decir que nunca he sido derrotado, y sería muy fácil. Lo cierto es que, la única derrota real es rendirse, cuestión que no estoy dispuesto a hacer mientras viva.
Cada caída deja una huella que, bien interpretada, se convierte en un mapa hacia la victoria futura. Michael Jordan lo expresó mejor que nadie: “He fallado más de nueve mil tiros en mi carrera. He perdido casi trescientos partidos. Veintiséis veces confiaron en mí para el tiro ganador y fallé. He fracasado una y otra vez en mi vida, y por eso he tenido éxito.”
En derecho ocurre lo mismo, el éxito no es la ausencia de caídas, sino la habilidad de levantarse más fuerte y con mayor sabiduría. “No importa que tan fuerte golpees, sino que tan fuerte puedas ser golpeado y seguir adelante” diría Rocky Balboa a su hijo. Es quizás la mayor Ley, mucho más cierta e implacable que todas las que he estudiado como abogado.
Veo un futuro en el que la tecnología serán los factores decisivos. El cliente actual exige respuestas rápidas, pero también profundamente fundamentadas. Eso hace obligatorio la utilización de herramientas tecnológicas que permitan trabajar con mayor eficiencia. La inteligencia artificial, por ejemplo, ya es parte del análisis de grandes volúmenes de información.
Sin embargo, el factor humano seguirá siendo insustituible.
Ariel Wolfenson en el Hotel The Ritz-Carlton de Santiago de Chile
Sí, no dejes para mañana lo que el cliente te pidió hoy. Significa celeridad, eficiencia y casi una inocente búsqueda por la perfección, que es solo de Dios.
Aspirar a ser igual a un Patek Philippe, preciso y consistente para el cliente, es de los mayores retos de un abogado en Chile pero también en todo el mundo.
Es fundamental, porque un argumento, por sólido que sea, pierde todo su poder si no se transmite de forma clara, persuasiva y con suficiente energía. No solo hay que verbalizar las palabras, hay que sentirlas. La comunicación es la principal columna del derecho y posiblemente de toda creación humana. Sin duda, el lenguaje crea realidades y no es casualidad que guíen nuestros destinos.
El lenguaje también es eminentemente contextual, me esfuerzo por adaptar el mensaje al receptor de quien se trate, un juez necesita precisión y fundamento; un cliente necesita comprensión y empatía. Finalmente, la contraparte debe sentir que estoy preparado para hacer lo necesario.
Para mí, la vida personal y la profesional no son dos mundos separados; son el mismo. Ser abogado no es un trabajo más para traer el pan a la mesa, es una forma de vivir y mi razón de existir. Si un cliente me necesita en la madrugada, ahí estaré. Si hay una oportunidad de ganar ventaja un domingo, la tomo. No es obsesión, es compromiso absoluto con mi mejor versión y la protección de mis clientes.
Claro que sé disfrutar fuera de la oficina, que mejor que compartir con un buen amigo un Romeo y Julieta o Cohiba, escuchar los éxitos de Dean Martin o Bing Crosby mientras suenan los hielos de un Whiskey on the Rocks. No hay duda que disfrutar es importante, mientras jamás pierdas el foco del objetivo.
Porque el trabajo no me interrumpe la vida, es parte de ella. Cada caso, cada negociación, cada estrategia que cierro me da la misma adrenalina que solo sienten los deportistas de élite al ganar un campeonato.
En este oficio, los que marcan la diferencia trabajan cuando los demás descansan. No busco equilibrio, busco resultados.
¿Un libro que me haya marcado? No te daré un título de moda para sonar interesante. La verdad es que mis aprendizajes no vienen de una portada bonita, sino de la jurisprudencia en bruto. Los fallos judiciales son mi biblioteca viva, donde la teoría se encuentra con la práctica y la realidad decide si tu estrategia fue brillante o fue un choque de un Ferrari a 300 Km/h.
Y ahí está la clave, leer jurisprudencia no es solo memorizar decisiones, es entrar en la mente de los jueces, entender qué les mueve, qué consideran sólido y qué desechan sin dudar.
He sacado más lecciones estratégicas de un fallo bien fundamentado que de muchos tratados “perfectos” en teoría. ¿Por qué? Porque esto no se gana con frases bonitas de un libro con tapa dorada, se gana con hechos. Y la jurisprudencia es ese terreno, ese mar lleno de olas gigantes e historias de naufragios pero también de tesoros inimaginables.
El derecho es dinámico, y lo que hoy es una jugada ganadora, en cinco años puede ser obsoleto. Por eso sigo leyendo fallos como otros leen Best Sellers. En este juego, o aprendes del pasado, o te lo repiten en tu cara.
Lean historia universal ya que la historia es siempre cíclica, lean filosofía, aprendan de arte y especialmente no olviden leer a Napoleon Hill.
Ariel Wolfenson, disfrutando de un Whiskey on the Rocks.
El éxito no es una meta final, es una práctica cotidiana. El verdadero éxito es tener libertad para decidir sobre tu día a día y el futuro, el tuyo y el de los demás. También creo que el éxito debe ser sostenible, no sirve de nada alcanzar una cima si en el camino perdiste tu salud, tus relaciones o tu integridad.
Para mí, el éxito tiene más que ver con la conciencia de caminar a paso firme y decidido al destino que tiene Dios para mí que, con momentos específicos de gloria. Los resultados vienen solos, y mucho más grandes, cuando uno no está pendiente de ellos sino de dar el 100% día tras día.
La justicia es, para mí, el punto de encuentro entre la ley y la verdad. No siempre coinciden, y ahí es donde el abogado tiene un rol crucial, acercarlas. Hay ocasiones en las que la aplicación estricta de la ley puede generar un resultado injusto, y es nuestro trabajo encontrar los argumentos y las vías legales para que eso no ocurra. La justicia no es solo un concepto abstracto; se manifiesta en decisiones concretas que afectan vidas reales. Y aunque sé que no siempre se alcanza, creo que la búsqueda de justicia es lo que le da sentido a la profesión. Sin ese norte, el derecho se convierte en un simple ejercicio técnico.
Y si me apuras, me quedo con la definición de Platón, la justicia es dar a cada quien lo que le corresponde.
Ariel Wolfenson en entrevista exclusiva para Mejores Abogados.
Cuando recibí los premios internacionales de Best Lawyers y Leaders League, sentí una gran alegría. Pero no es un premio ni una distinción lo que me llena, aunque los valoro. Mi mayor orgullo es que los clientes vuelvan. Que después de un caso ganado, meses o años después, esa persona o empresa regrese para confiarme otro asunto igual o más importante. Esa búsqueda repetida significa que hice algo más que resolver un problema; significa que creé un vínculo, gané respeto. También me enorgullece que muchos de esos clientes me recomienden a personas muy cercanas a ellos. En un mundo tan competitivo como el nuestro, que alguien ponga su reputación en juego para recomendarte es la señal más clara de que tu trabajo ha trascendido.
Fundamentalmente, se hace. Puede haber cualidades innatas que ayuden, como la capacidad de argumentar o cierta intuición para leer a las personas, pero sin trabajo constante, esas habilidades no sirven de mucho. La abogacía exige disciplina, estudio, empatía, criterio, experiencia y, sobre todo, la capacidad de resolver problemas rápidamente en medio de tormentas, mientras le haces sentir al cliente que está pasando por aguas calmas. Jamás el cliente debe sentir las turbulencias del avión, es tu deber encargarte de todo.
Un buen abogado se forma a base de preparación y de haber peleado sin guantes, en audiencias, en negociaciones, en crisis. De haberte comido tu orgullo y tus lágrimas. El peso relativo no se puede adquirir leyendo un libro ni se puede simular; se gana.
Ariel Wolfenson en su oficina en Av. El Golf. Corazón financiero de Santiago de Chile.
El riesgo es inevitable, porque cada caso implica variables que no controlas. Lo importante es calcularlo y gestionarlo. En mi trabajo, nunca tomo una decisión importante sin haber evaluado todos los posibles escenarios, incluso los menos probables. Hay abogados que evitan el riesgo a toda costa, pero eso también limita las posibilidades de lograr resultados excepcionales. El arte está en asumir riesgos inteligentes y calculados, aquellos que tienen un fundamento sólido y que, aunque no garanticen la victoria, aumentan significativamente las probabilidades de alcanzarla.
En definitiva me gustan los riesgos, porque sin riesgos, la vida es insípida y ordinaria. Es en el riesgo donde se encuentra la caída, pero también la gloria.
Primero evalúo la viabilidad jurídica del mismo, hablo sin prisa con el cliente para identificar tanto su situación como sus intereses y necesidades. Examino si el marco legal y los antecedentes permiten una estrategia sólida.
También considero el factor humano, la relación con el cliente. Un caso técnicamente interesante pero con un cliente que pone en duda mis recomendaciones, difícilmente podremos entendernos. Al final, aceptar un caso es como elegir un socio temporal, vamos a recorrer juntos un camino intenso y muchas veces largo, así que tiene que haber respeto y conexión al más alto nivel.
Wolfenson atendiendo el teléfono a cliente de la firma.
Mi mayor fortaleza es que no me rindo. Nunca. Puedo estar contra el reloj, frente a un abogado inescrupuloso como contraparte, o en un contexto aparentemente imposible, pero sigo hasta encontrar la forma de ganar o, al menos, de dejar el tablero en la mejor posición posible para volver con más fuerza y beneficiar a mi cliente. Esa determinación va de la mano con mi capacidad de anticipación, no solo busco ir un paso adelante, sino también de las circunstancias. En definitiva, yo construyo mis circunstancias.
No espero a que los problemas aparezcan para resolverlos; los detecto antes y los neutralizo. En una audiencia, eso significa prever con precisión las objeciones que el otro lado podría plantear; en una negociación, significa identificar las verdaderas motivaciones de la contraparte antes de que se atreva a ponerlas sobre la mesa.
Esa combinación —resiliencia y gallardía— no es producto de la suerte ni de una inspiración repentina. Es el resultado de preparación, observación y experiencia. En este trabajo, hay quienes se intimidan, se lamentan, o se rinden cuando la jugada se complica. Yo jamás.
Cierto es que, no le temo a nada ni a nadie, solo a Dios. Porque él me ha dado todo, y demuestra que lo que muchos creían imposible, de la mano del padre celestial, es sencillo. Me siento inmensamente bendecido.
Wolfenson en su Yate Sea Ray, disfrutando de sus vacaciones en el Sur de Chile.
No sé quedarme callado cuando veo una oportunidad para girar la balanza a mi favor, incluso si la jugada ya parece cerrada. Eso me ha llevado a alargar reuniones, audiencias y negociaciones que otros habrían dejado morir, pero también me han hecho ganar en el último minuto.
Algunos lo llaman ser obstinado, yo lo llamo insistencia estratégica. No me retiro cuando todavía hay una mínima posibilidad de darle la vuelta a la partida. Sí, puede ser agotador para quienes están alrededor, pero si estás en mi equipo, es exactamente lo que quieres. Alguien que no baja la guardia, que lucha como si no tuviese nada que perder, como si apostara la vida en cada curva.
Algunos lo consideran una debilidad, para mí es la razón por la que cierro tratos y gano casos que parecían imposibles.
Wolfenson Mentoring nace de una realidad que veo todos los días, demasiada gente vive en piloto automático, resignada, sin fe y abandonando sus sueños. Gente con talento, con potencial, pero atrapada en rutinas mediocres y sin un plan claro para salir de ella. Siento que mi deber con el creador es contribuir para que todas esas personas puedan alcanzar todas sus metas, incluso las más ambiciosas y locas.
Lo creé porque sé que cualquiera —sí, cualquiera— puede transformar su vida si tiene el método y el compromiso correctos. Y yo no vine aquí a decirle a la gente lo que quiere oír; vine a darles las herramientas y la presión justa para que pasen del “Algún día” a “Hoy en día”
La visión es clara, formar personas que sean imposibles de detener, que no dependan de la motivación externa y que alcancen un nivel de disciplina y mentalidad que les permita triunfar en cualquier terreno y circunstancia.
Trabajando en su mente, en su cuerpo, en sus relaciones, en su conexión con Dios y en sus finanzas o negocios. Es decir, alcanzando una vida plena, prospera y feliz para sí mismo y las personas que lo rodean.
Ariel Wolfenson junto a su BMW I8.
En Wolfenson Mentoring no vemos el desarrollo personal como un accidente sino como una metodología real, concreta y paso a paso para el éxito integral. Es un reformateo de sistema operativo, hay reconstrucción total. La mente es tu centro de control, si no piensas con la abundancia de Dios, actúas con miedo inmovilizante. El cuerpo es tu combustible, sin energía, ni la mejor idea se ejecuta. Las relaciones son tu ecosistema, puedes ser brillante, pero si te rodeas de personas equivocadas, acabas hundiéndote con ellas. La espiritualidad con Dios es tu brújula, te da propósito y dirección cuando el ruido externo quiere confundirte. Y las finanzas son tu libertad, si dominas tus negocios, podrás diseñar la vida de tus sueños.
Cuando alineas los cinco pilares, te conviertes en tu mejor versión, con la que podrá atraer todo y a todos. Y podrás en definitiva dar ese aporte extraordinario al mundo que Dios quiere y ha elegido para ti.
Eso es lo que hace que Wolfenson Mentoring el camino a cambiar tu realidad y entendimiento de la vida, como nunca antes se ha hecho en Latinoamérica y pocas veces en el mundo.
Abogado Wolfenson. Pronto a lanzar programa de mentorías Wolfenson Mentoring.
Me gustaría ser recordado como uno de los mejores en mi campo, como quien inspiró y ayudó desde el derecho y/o desarrollo personal, a miles y en lo posible, millones de personas. Seguiré demostrando mis capacidades cada día con más fuerza, decisión y talento.
Mi hambre no solo está intacta sino que crece a pasos gigantes, por alcanzar mi mejor versión, y entregarla al mundo. Mejorar las vidas de todos quienes me rodean, en todos los aspectos posibles.
De la mano de Dios, el final del libro ya está escrito.
📌 Wolfenson Abogados se ha convertido los últimos años, bajo la dirección de Ariel Wolfenson, en una firma legal reconocida mundialmente, donde cada caso se atiende de forma personalizada y altamente efectiva. Asesoría legal en Chile, especializada en otorgar soluciones de excelencia para sus clientes.
📌 Wolfenson Mentoring promete ser una revolución en el desarrollo y crecimiento personal en Latinoamérica, y el mundo. Permitiendo a miles de personas a alcanzar su mejor versión, y materializar la vida que sueñan vivir, a través de convertirse en la persona que la merece.
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